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SDI, Eureka y Fronteras Humanas

Glyn Ford (1987). SDI, Eureka y Fronteras Humanas, El País, 28 September.

https://elpais.com/diario/1987/09/28/internacional/559782006_850215.html

Según Ohmae Kenichi, el economista más de moda de Japón, la característica fundamental del orden económico mundial actual es su dominación por las potencias tripartitas: Europa, Japón y Estados Unidos. En términos industriales, es la combinación de colaboración y competición entre estas tres potencias la que marca la pauta para el escenario económico mundial. La alta tecnología amenaza con desequilibrar esta relación en perjuicio de Europa, y la tecnología es la base de la creación de la riqueza.Estados Unidos intenta apuntalar su futuro tecnológico mediante la Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI) -la llamada guerra de las galaxias-. Por su parte, Europa trata de encontrar la voluntad política para financiar el programa marco de la Comunidad Europea. Los cinco billones de libras esterlinas necesarios para su realización son casi la mera calderilla de cualquier programa serio. Mientras tanto, en Japón -en parte como respuesta a la SDI- la preparación del programa científico Fronteras Humanas está en su fase final. Pretende establecer una trayectoria tecnológica nueva, en cuanto será orgánica antes que electrónica.

El programa japonés intentará redirigir la ciencia y la tecnología contemporáneas hacia la resolución de los problemas a los que tendrá que hacer frente el género humano en el siglo XXI. Sus temas clave serán la investigación del envejecimiento, la fotosíntesis, la energía renovable, las tecnologías de contaminación mínima y la relación entre la persona y la máquina. El programa tendrá un presupuesto de 10 billones de dólares para un período de 10 años. Se afirma que todo el trabajo será de investigación básica, aunque es prácticamente seguro que esto se traducirá en investigación estratégica.

Y es que son infravalorados los importantes motivos secundarios de la investigación de la SDI: cebar la comunidad científica y tecnológica norteamericana en la creencia de que los productos residuales, por así decirlo, de la investigación militar darán a Estados Unidos la ventaja tecnológica en el ámbito comercial. Aún está por demostrar que la investigación militar efectivamente genera productos civiles significativos.

Resultados trascendentes

No obstante, los 33 billones de dólares que estarán disponibles para la SDI a lo largo de los próximos cinco años sin duda darán pie a unos resultados tecnológicos trascendentes.

Los fondos del programa SDI serán la llave que dará acceso a trabajos científicos realizados en Europa, que, como consecuencia, perderá a algunos de sus mejores cerebros e ideas. No se quedarán en Europa los derechos de la propiedad intelectual de trabajos de la SDI hechos en Europa. Además es probable que la tecnología desarrollada terminará por ser incluida en la lista de tecnologías críticas militares, y, por tanto, no podrá ser utilizada con fines de explotación comercial.Únete ahora a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límitesSUSCRÍBETE AQUÍ

Los Gobiernos europeos no son socios de la SDI, sino principalmente sus agentes subcontratados. El temprano reconocimiento de la necesidad de un programa exclusivamente civil fue fortuito. La iniciativa de François Mitterrand -conocida por las siglas de la Agencia para la Coordinación de la Investigación Europea (European Research Coordinating Agency) como Eureka- se transformó rápidamente en un programa para estimular la alta tecnología en el sector civil, con el fin de mejorar la capacidad competitiva de la industria europea ante Japón y Estados Unidos. Eureka es un programa de alcance reducido cuyas limitaciones no pueden ser ignoradas. Sin duda algún beneficio provendrá de los 109 proyectos aprobados, que serán financiados por los 2,5 billones de libras recogidas de varias y diversas fuentes. No obstante, Eureka no es siquiera un intento de e stablecer una trayectoria tecnológica propia para Europa, carente como está de fondos, estrategia y compromiso político.

Prioridad a las personas

En el programa japonés las personas tienen prioridad sobre los chips. Es un proyecto que, más que los cambios meramente cuantitativos (aun siendo amplios) de la SDI, ofrece una innovación radical en el campo de las tecnologías nuevas. No obstante, el programa Fronteras Humanas no está libre de problemas para Europa. Por ejemplo, la cuestión de los derechos de la propiedad intelectual todavía no ha sido resuelta, y dado que una gran parte de los fondos económicos utilizados procederá del Gobierno japonés, es muy posible que no se resuelva a favor de los países participantes. Por otra parte habría que considerar otros costes ocasionados por la participación. Aquellos fondos o investigadores que Europa dedique al programa científico Fronteras Humanas, por ejemplo, ya no estarán disponibles para su empleo en programas específicamente europeos. Esto es un punto muy importante para países como España, que se está esforzando en desarrollar sus bases científicas.

Lo que Europa necesita de verdad es un programa de tecnología adaptado a ciertos criterios económicos y sociales. ¿Mejora la competitividad industrial europea? ¿Crea empleo y riqueza? ¿Respeta el medio ambiente? ¿Aportaría algo a la mejora de nuestras condiciones de vida y trabajo?

A la luz de estos criterios y de la necesidad de impedir que los esfuerzos europeos sean demasiado difusos hay que comprometerse con un programa tecnológico europeo que se concentre en la informática (sobre todo en software), la biotecnología, las materias nuevas y las materias primas. Todos estos elementos son cruciales para la eficacia industrial futura de Europa. Semejante programa se alinearía mejor con Fronteras Humanas que con las altas fronteras estadounidenses. Así, Europa podría dar una respuesta positiva al programa japonés desde una posición de fuerza. No podemos penúltimos ser subcontratados, ni siquiera en un programa que abraza nuestros propios objetivos.

Translation:

SDI, Eureka and Human Frontiers

According to Ohmae Kenichi, Japan’s most fashionable economist, the fundamental characteristic of today’s world economic order is its domination by the tripartite powers: Europe, Japan and the United States. In industrial terms, it is the combination of collaboration and competition among these three powers that sets the tone for the global economic scene. High technology threatens to unbalance this relationship to the detriment of Europe, and technology is the basis of wealth creation. The United States is trying to shore up its technological future through the Strategic Defense Initiative (SDI) – the so-called Star Wars. For its part, Europe is trying to find the political will to fund the European Community Framework Program. The five billion pounds sterling needed for its realization is almost mere pocket change for any serious program. Meanwhile, in Japan – partly in response to SDI – preparation of the Human Frontiers science program is in its final stages. It aims to establish a new technological trajectory, in that it will be organic rather than electronic.

The Japanese program will attempt to redirect contemporary science and technology toward solving the problems facing humankind in the 21st century. Its key themes will be aging research, photosynthesis, renewable energy, minimal pollution technologies and the relationship between man and machine. The program will have a budget of $10 billion over a 10-year period. It is claimed that all the work will be basic research, although it is virtually certain that this will be translated into strategic research.

And it is that the important secondary motives of SDI research are underestimated: to bait the American scientific and technological community into believing that the residual products, so to speak, of military research will give the United States the technological edge in the commercial arena. It has yet to be demonstrated that military research does indeed generate significant civilian products.

Transcendent results

Nevertheless, the $33 billion that will be available for SDI over the next five years will undoubtedly lead to some momentous technological results.

SDI funds will be the key to providing access to scientific work done in Europe, which, as a consequence, will lose some of its best brains and ideas. The intellectual property rights to SDI work done in Europe will not remain in Europe. Moreover, it is likely that the technology developed will end up being included in the list of critical military technologies, and therefore cannot be used for commercial exploitation.

European governments are not SDI’s partners, but mainly its subcontracted agents. The early recognition of the need for an exclusively civilian program was fortuitous. François Mitterrand’s initiative – known by the acronym of the European Research Coordinating Agency as Eureka – was quickly transformed into a program to stimulate high technology in the civilian sector, in order to improve the competitiveness of European industry vis-à-vis Japan and the United States. Eureka is a narrow program whose limitations cannot be ignored. No doubt some benefit will come from the 109 approved projects, which will be funded by the 2.5 billion pounds collected from various and sundry sources. However, Eureka is not even an attempt to establish a technology trajectory of its own for Europe, lacking as it is in funding, strategy and political commitment.

Putting people first

In the Japanese program, people have priority over chips. It is a project that, rather than the purely quantitative (albeit extensive) changes of SDI, offers radical innovation in the field of new technologies. However, the Human Frontiers program is not without its problems for Europe. For example, the issue of intellectual property rights has not yet been resolved, and given that a large part of the funds used will come from the Japanese government, it is quite possible that it will not be resolved in favor of the participating countries. On the other hand, other costs incurred by participation should be considered. Those funds or researchers that Europe dedicates to the Human Frontiers scientific program, for example, will no longer be available for use in specifically European programs. This is a very important point for countries like Spain, which is striving to develop its scientific bases.

What Europe really needs is a technology program adapted to certain economic and social criteria. Does it improve European industrial competitiveness? Does it create jobs and wealth? Does it respect the environment? Does it contribute to the improvement of our living and working conditions?

In the light of these criteria and the need to prevent European efforts from being too diffuse, it is necessary to commit to a European technology program that concentrates on information technology (especially software), biotechnology, new materials and raw materials. All these elements are crucial to Europe’s future industrial efficiency. Such a program would align better with Human Frontiers than with U.S. high frontiers. Thus, Europe could give a positive response to the Japanese program from a position of strength. We cannot penultimate being outsourced, even in a program that embraces our own objectives.